Carlos Augusto Casas nos recomienda

Los amigos de Eddie Coyle, de George V. Higgins Libros del Asteroide

Hay libros que son como bofetadas en pleno rostro, de esas que te espabilan para toda la vida. Hostias que te asombran, te sorprenden y, a la vez, te iluminan. Sopapos que enseñan más que un master en Harvard. Guantazos didácticos que nunca olvidas, como la tabla de multiplicar. Eso fue lo que me pasó cuando leí por primera vez (no sé ni cuantas veces lo he hecho ya) Los amigos de Eddie Coyle, del gran George V. Higgins. Y quedé expuesto a toda su contundencia. Porque no es una novela cualquiera. Es la novela que lo cambió todo. Es un libro breve, apenas tiene descripciones y no hay héroes entre sus personajes. Entonces, ¿cómo es posible que esté considerada por muchos como una de las cinco mejores novelas negras de todos los tiempos? Por los diálogos.

Los maravillosos diálogos que ocupan más del 80 por ciento del libro. Fulgurantes, divertidos, locos, sórdidos, brillantes y, sobre todo, auténticos. Destilan verdad en cada una de sus sílabas. Nadie ha escrito diálogos como lo hizo Higgins en Los amigos de Eddie Coyle. Ni siquiera el propio autor en el resto de sus casi 30 obras (Esta fue su primera novela publicada, después de que le rechazaran las 15 anteriores). Quizás fuera por su pasado como periodista, o tal vez por su experiencia con delincuentes cuando trabajó como abogado y fiscal, o tal vez por los años pasados trabajando para el Gobierno de los EEUU en la lucha contra el crimen. O simplemente porque fue uno de los mejores escritores de novela negra. Su influencia está presente en autores como Elmore Leonard, que confesó que antes de ponerse a escribir, releía fragmentos de Los amigos de Eddie Coyle para absorber “verdad y cadencia”; o en los diálogos de las películas de Tarantino.

La novela se sitúa en el Bostón de los años sesenta y no tiene un protagonista claro. Eddie Coyle es un delincuente de poca monta que se dedica a comprar armas para unos atracadores mientras pasa información a la policía. Aquí no hay el maniqueo juego entre buenos y malos. Hay tipos que matan, roban, secuestran y trafican porque es lo que saben hacer, a lo que se dedican.

Que tienen problemas con su mujer, problemas para llegar a fin de mes, problemas con sus jefes. El delito es su trabajo, y es tan aburrido, exasperante y rutinario como cualquier otro. No encontrarán el romanticismo del criminal ni la abnegada búsqueda de la justicia por parte de la policía. Los amigos de Eddie Coyle es otra cosa.

Reseña de Carlos Augusto Casas (Madrid) escritor, autor de